La vida es lo que hacemos de ella. Los viajes son los viajeros. Lo que vemos no es lo que vemos, sino lo que somos.

1 de febrero de 2014

Atenas, la ciudad de los dioses

     Bañada por las aguas de los puertos más prestigiosos, protegida por las fortificaciones más imponentes, envuelta por los mitos y leyendas más fascinantes, fue cuna de los más renombrados filósofos y de los más grandes estrategas, convirtiéndose en el centro del mundo en la época clásica.
     Considerada la ciudad-estado por excelencia de la Antigüedad, guardiana del mayor patrimonio existente en la época de las civilizaciones, su fascinante historia marcó el futuro de toda Grecia, del Imperio Romano y de la cultura occidental.
     Mucho le debe la historia de la humanidad a Atenas, la ciudad consagrada en honor a la diosa de la sabiduría, la ciudad con más de tres mil años de historia.

     En esta ciudad de pasado esplendoroso y futuro incierto, aterrizábamos de madrugada, tras adelantar nuestros relojes, antes de la hora prevista. En el Aeropuerto descubríamos que todo a nuestro alrededor estada escrito e indicado en griego, idioma que ninguno de los dos conocía, y que recorrer este país iba a convertirse, como temíamos, en una auténtica aventura. Así que tras hacernos con un mapa de la ciudad y comprar una tarjeta de llamadas nacionales telefonee a nuestro hotel para explicarles la situación en que nos encontrábamos. Haber llegado antes de tiempo parecía no ser un problema, así que animados por el recepcionista del hotel cogimos el autobús nocturno hasta el centro de la ciudad, trayecto que recorrimos en escasos treinta minutos y que finalizamos en la Plaza Sintagma.
     Desde allí y dejándonos guiar por mi intuición tomamos la Avenida Eleftheriou Venizelou, una de las más transitadas de la ciudad a cualquier hora del día, y emprendimos sin prestar demasiada atención a las recomendaciones que nos habían sido hechas el camino hasta nuestro hotel, situado junto a la Plaza Omonia, como auténticos turistas: a pie, mapa en mano, arrastrando nuestras maletas, con mi cámara colgando y preguntando a cualquier transeúnte la dirección a seguir.

     A las seis de la madrugada nos permitían entrar en nuestra habitación y pocas horas después, descansados tras un día agotador, iniciábamos nuestra andanza viajera dejándonos perder por entre las calles y barrios de una de las ciudades más fascinantes del mundo.

¡Al fin conseguí viajar con equipaje de mano! (Los regalos y el neceser no cuentan).

Llegada a Atenas de madrugada.

     Atenas, construida con piedras y dioses, mezcla de historia y leyenda, es uno de los más bellos enlaces entre Oriente y Occidente. Ciudad de grandes dimensiones, bulliciosa, cosmopolita, caótica, posee ese encanto Mediterráneo de cálidas gentes y soles perpetuos. Resulta fascinante descubrir como todavía hoy, entre sus imponentes monumentos, puede sentirse ese pasado glorioso que una vez conoció, esa brillante historia que la convierten en uno de los centros arqueológicos más importantes e impresionantes del mundo.

     Situada junto al barrio más antiguo de la ciudad, la Plaza Sintagma es el corazón de Atenas, la más importante de todas sus plazas y el punto de encuentro de sus más transitadas avenidas. Presidida por el Parlamento Griego y el Monumento al Soldado Desconocido, custodiado permanentemente por dos soldados ataviados con sus característicos uniformes, se encuentra junto a los Jardines Nacionales, un verde oasis de exóticas especies y el auténtico pulmón de la ciudad.
     A lo largo de la Avenida Eleftheriou Venizelou, nexo de unión entre ésta y la Plaza Omonia, se emplazan el Museo Numismático y los impresionantes edificios neoclásicos de la Academia, la Universidad y la Biblioteca Nacional griegas, estos últimos frente a la Plaza Klathmonos, reconocible por su enorme escultura.
     Paralela a ésta discurren las calles Athinas y Stadiou, repletas de tiendas y paradas ambulantes en las que se encuentran el Ayuntamiento de Atenas, el Banco Nacional Griego y el Museo de Historia Nacional.

Plaza Sintagma.
 
Parlamento Griego.

Monumento al Soldado Desconocido custodiado por dos soldados ataviados con sus característicos uniformes compuestos de zuecos y falda plisada.
 
Museo Numismático.

Plaza Klathmonos.

Esculturas de Platón y Aristóteles y Atenea y Poseidón presidiendo el bellísimo edificio de la Academia de Atenas.
 

 
 Escultura de Poseidón.
 
 Escultura de Atenea.
 
 
 
 

Universidad de Atenas.

 
 
 
 Biblioteca Nacional.
 
Ayuntamiento de Atenas.

Banco Nacional Griego.

 Museo de Historia Nacional.
 
     A poca distancia de la Plaza Omonia, emplazado en la calle Patission junto a la Universidad Politécnica de Atenas, se encuentra el mayor museo de Grecia y uno de los grandes museos del mundo, el Museo Arqueológico Nacional. Este precioso edificio neoclásico construido inicialmente para agrupar los enriquecedores descubrimientos hallados en Atenas, alberga en la actualidad la colección más rica de la Antigua Grecia.
     Compuesto por treinta y dos salas divididas en siete colecciones principales que comprenden desde el arte neolítico al arte romano, en él se encuentran obras en todo su esplendor, dominando sus salas y acaparando todas las miradas.

Museo Arqueológico Nacional.


Escultura de Zeus o Poseidón y Busto del Minotaurio.

El Jinete de Artemisión.

 
Kouros.



Estatua funeraria.
 
Colección egipcia.
 
 

Escultura de la era helenística.

Estatua del Emperador Augusto.
 
 Naufragio de Anticitera.

 Filósofo de Anticitera.

 
Frescos de Santorini.
 

Mosaico.

     En el extremo opuesto de la ciudad se encuentra el cementerio más antiguo de Atenas, Keramikos, un lugar inspirador de serena belleza en el que descansan, en sus impresionantes monumentos funerarios, importantes atenienses.
     Continuando por las calles Ermou y Adrianou, repletas de tiendas y anticuarios que forman parte cada domingo del conocido mercadillo del Pazari, llegamos al bullicioso barrio de Monastiraki de estrechas calles y asimétricas plazas de entre las que destaca la plaza donde se encuentran la Mezquita Tzistarakis y la Biblioteca de Adriano.
     Reconocible por su enorme muro y sus impresionantes columnas corintias, esta magnífica biblioteca fue construida para albergar la extensa colección de libros que poseía el emperador Adriano, convirtiéndose en el mayor edificio público que este emperador mandó levantar en Atenas.

 Recorriendo el Cementerio de Keramikos.
 
 
 


Plaza Monastiraki.

Iglesia bizantina de Pantanassa (Izquierda), Mezquita Tzistarakis (Derecha) y la Acrópolis (Fondo).
 
Biblioteca de Adriano junto a la Mezquita Tzistarakis.

 
Vistas de la Acrópolis desde las ruinas de la Biblioteca de Adriano.


     A poca distancia de la Plaza Monastiraki se encuentra uno de los lugares más representativos y de mayor riqueza histórica de Atenas, el Ágora Antigua, el centro de la vida social, política y comercial de la ciudad en la Antigüedad.
     Aunque la mayoría de los edificios que componen este fantástico conjunto se hallan actualmente devastados todavía se conservan intactos la Estoa de Átalo, un pórtico helenístico de gran envergadura construido en dos niveles conformados por una sucesión de columnas y el Hefestión, uno de los templos mejor conservados de la Antigüedad y testimonio de una singular riqueza de ornamentos esculpidos.

Intentando encontrar la puerta de acceso al Ágora Antigua.

La Estoa de Átalo, construida en dos niveles, una planta baja de orden jónico y una planta superior de orden dórico.

 

 



 De camino al Hefestión.
 
 
Vistas durante el ascenso al Hefestión.
 
 

El Templo de Hefestión.


 





     A los pies de la Acrópolis, en pleno corazón de la ciudad se halla el pintoresco barrio de Plaka, el más antiguo y hermoso de Atenas, y un auténtico oasis de tranquilidad en mitad de la caótica capital griega. Se trata de un barrio de estrechas y laberínticas calles repletas de tabernas con sus características sillas de madera y manteles a cuadros envueltas en los reconocibles acordes de la música tradicional griega.
     En él se encuentra el Ágora Romana, una antigua plaza pública a la que se accede a través de una puerta monumental con cuatro columnas dóricas y en la que se halla intacta la Torre de los Vientos, un antiguo reloj solar e hidráulico.

Puerta de Atenea.

Ágora Romana.


La Torre de los Vientos.
 


     Alzándose imponente como un centinela sobre la ciudad, dominando cualquier rincón de ella, la Acrópolis es sin duda la joya de Grecia, el emblema universal del espíritu y la civilización clásica, y el símbolo indiscutible de la grandeza ateniense.

     El acceso al recinto se realiza a través de la Puerta de Beulé, tras ella una gran escalinata nos conduce a los Propileos, una monumental puerta en la que se combinaron por vez primera distintos estilos arquitectónicos y cuyas salas laterales albergaron una pinacoteca de temática mitológica.
     Junto a éstos, asomando a la ciudad desde un saliente, se encuentra el Templo de Atenea Niké (Victoriosa), construido para conmemorar la victoria de los atenienses sobre los persas en la Batalla de Salamina y a la que le fueron cortadas las alas para que nunca pudiese abandonar Atenas.
     Desde aquí lo primero que ve y asombra al viajero es el imponente Partenón, el más bello templo de mármol jamás construido, modelo de perfección, esencia de la Acrópolis y cumbre del arte clásico.
     Frente a éste se encuentra el Erectión, el edificio más sagrado de la Acrópolis, levantado en el lugar donde Atenea hizo florecer el primer olivo en tierras griegas y en el que destaca la belleza de las cariátides que sostienen uno de sus pórticos.

     Situado a los pies de la Acrópolis se encuentra el Teatro de Dionisio, el mayor teatro de la Antigua Grecia sobre cuyos restos se avistan sus impresionantes murallas, construidas no sólo para defender, sino también para cimentar los desniveles de la colina sagrada.
     Tras atravesar el Templo de Asclepio y recorrer la Columnata del Rey Eumenes II se llega al Odeón de Herodes Ático, otro magnífico teatro que acoge en la actualidad conciertos de ópera y música clásica dada su envidiable acústica.

 Puerta de Beulé.

Escalinata de acceso a los Propileos.




 Tras cruzar los Propileos.


 El Partenón.





El Erectión frente al Partenón.






 Las hermosas cariátides sosteniendo uno de los pórticos.

 
Vistas de la Colina Pnyx desde la Acrópolis.

Desde la Acrópolis puede contemplarse una fantástica panorámica de la capital griega.




 

Descendiendo al Teatro de Dionisio.
 
Restos del Teatro.
 

 Odeón de Herodes Ático.


     La más hermosa panorámica de la Acrópolis se contempla desde el Pnyx, una colina rocosa rodeada de zonas verdes y arboladas donde se reunía la asamblea del pueblo ateniense para tomar importantes decisiones.
     Especialmente al atardecer, viendo virar el mármol de la Acrópolis del amarillo al fogoso carmín el viajero descubre la genialidad alcanzada por los atenienses, quienes hace más de dos mil años transformaron una montaña rocosa en un extraordinario conjunto arquitectónico y artístico de sobrecogedora belleza y perfección que la Antigua Grecia legó a la humanidad.

Vistas desde la Colina Pnyx.
 



Sensaciones indescriptibles.

     A poca distancia de este impresionante conjunto, en la Avenida Dionissiou Areopagitou, se emplaza el Nuevo Museo de la Acrópolis, un espectacular edificio de cristal en el que se exhibe una amplia colección de piezas pertenecientes a los distintos monumentos de la Acrópolis realzadas por la luz natural que se filtra por sus enormes ventanales.
     Curiosa resulta sin duda la última de las plantas que lo componen, construida con las mismas medidas del Partenón y orientada, a diferencia del resto del edificio, hacia la Acrópolis.

Excavaciones en la entrada del museo.

Copa de Plata Bréal, trofeo ganado por el vencedor de la maratón de los Juegos Olímpicos de 1896.

 
 

Dos de las cariátides originales del Erectión.

 
 
 
 

Vistas de la Acrópolis desde la última planta del museo.

     Al final de esta avenida se alza el Arco de Adriano, símbolo de apertura entre dos mundos y punto de unión entre la ciudad clásica griega y la nueva ciudad romana. Construido en mármol de excepcional belleza, en él se aúnan en perfecta armonía elementos típicamente romanos con otros de los más elegantes y refinados de estilo clásico.
     Junto a éste se erige el templo corintio de mayores dimensiones de todo el Peloponeso, el Templo de Zeus Olímpico. Esta impresionante construcción constaba de 104 columnas de quince metros de altura y aunque tras el terremoto acaecido durante la Edad Media la mayor parte del templo se encuentra destruido, sus quince majestuosas columnas corintias consiguen evocar, todavía hoy, su colosal tamaño original.

Arco de Adriano.

Consta de dos fachadas idénticas, una que mira hacia la Acrópolis y la ciudad vieja en la que puede leerse “Ésta es Atenas, la ciudad de Teseo”, y otra que mira hacia el nuevo barrio romano en la que se lee “Ésta es la ciudad de Adriano y no de Teseo”.

Templo de Zeus Olímpico.

 
 
 
 
 
 
 

     Bordeando este maravilloso templo a través de los jardines Nacionales, encontramos el Zappeion, un edificio de convenciones convertido en villa deportiva durante los Juegos Olímpicos de 1906.
      A poca distancia de éste se halla el único estadio del mundo construido enteramente de mármol blanco, el Estadio Panathinaiko. Reconocible por su característica forma de U, este precioso estadio fue el lugar donde se celebraron en la Antigüedad las pruebas de atletismo durante los famosos y grandes juegos, llamados entonces Panateneas, en honor a la diosa Atenea, albergando en 1896 los primeros Juegos Olímpicos de la era moderna.

El Zappeion.


Resulta emocionante recorrer el Estadio Panathinaiko, esencia del espíritu olímpico.


 
"Preparados... Listos... ¡Ya!". 

 

 
Comparando mi tamaño con este maravilloso estadio.
 
Museo Olímpico en el interior del estadio.

Cartel y antorcha  de los Juegos Olímpicos de Barcelona '92, considerados uno de los mejores Juegos Olímpicos de la historia.

     Situado en un lugar privilegiado, a trescientos metros de altura sobre una colina de piedra caliza, el Monte Lycabettus ofrece la más hermosa panorámica de Atenas. Alcanzar la cima al atardecer, mientras el sol se oculta tras las altas montañas que la rodean, tiñendo la ciudad, sus maravillosos monumentos y el Egeo de intenso carmín, se torna en una experiencia única que regala a los ojos del viajero una visión inolvidable.
    
Subiendo al Monte Lycabettus.
 

 



 
 
 




      Pero Grecia, que había conseguido hechizarnos con su mágica Atenas, escondía todavía muchos más tesoros que estábamos a punto de descubrir...
 

2 comentarios:

  1. Vaya, cuantas veces se repite mi nombre :) Te leo siempre, sigue así. Abrazos.

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    Respuestas
    1. Pasear por Atenas es comprender su fascinación y admiración por la cultura griega. Comprender es agradecer eternamente su enriquecedora aportación al mundo.

      Hermoso nombre el tuyo. Quizá lleves incluso su misma barba.

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