La vida es lo que hacemos de ella. Los viajes son los viajeros. Lo que vemos no es lo que vemos, sino lo que somos.

9 de septiembre de 2015

Ruinas, la esencia helena

     Nafplio

     En el Golfo de la Argólida se encuentra una de las más bellas ciudades helenas y la que fuera la primera capital griega, Nafplio, motivo de continuas disputas entre venecianos y otomanos dado su estratégico enclave.
     Desde su casco antiguo, repleto de terrazas y tabernas orientadas al mar y casas con balcones de madera ubicadas en sus calles pavimentadas con mármol, puede contemplarse el pintoresco islote de Bourtzi, un pequeño castillo que parece flotar sobre las aguas.
     De entre los fuertes que entrelazan la ciudad destaca la mayor fortaleza de Grecia, Palamedes, una poderosa estructura amurallada situada sobre un alto peñón que rodea siete bastiones autosuficientes.
     Para contemplar las más hermosas vistas de esta ciudad habrá que armarse de valor y coronar su cima ascendiendo a ella a través de una larga escalinata de más de ochocientos escalones.

Llegada improvisada a Nafplio tras la imposibilidad de entender las instrucciones en griego del conductor del autobús.
 
Puerta de Venecia.
 
 
Vistas de la fortaleza Palamedes desde la Puerta de Venecia.
 
Convenciendo a mi compañero de viaje para subir a la fortaleza.
 
Empezamos la ascensión con escasas reservas de agua y bajo un sol abrasador.
 
 
 
Desde esta altura se empieza a divisar el islote de Bourtzi.
 
 

Recorriendo la escalinata que discurre entre pinos y fantásticas vistas.
 
Y por fin la cima, objetivo conseguido.
 
La recompensa tras más de ochocientos escalones.
 
 

 
     Micenas

     En la península del Peloponeso se encuentra uno de los lugares históricos más impresionantes de la Antigua Grecia, el yacimiento arqueológico de Micenas. Según la mitología griega la ciudad fue fundada por Perseo, hijo del dios Zeus y la mortal Danae, quien construyó con la ayuda de los cíclopes las murallas de la ciudad con enormes bloques de piedra.
     La formidable muralla de Micenas rodea una superficie triangular situada en lo alto de una colina, característica ésta del pueblo aqueo que construía sus ciudades en recintos fortificados y elevados para facilitar su defensa.
    Tras adentrarnos en este fascinante conjunto encontramos la Puerta de los Leones presidida por dos leones de piedra colocados sobre un dintel de más de veinte toneladas y que constituye el principal acceso a la ciudad.
     A la derecha de ésta se halla el cementerio, construido de forma circular. Aproximadamente en el centro de la ciudadela y coronando la colina se encuentran los restos del Palacio de Agamenón y en uno de los extremos del recinto un aljibe, construido para asegurar el suministro de agua en caso de asedio.

Finalmente, aunque solos en el autobús, conseguimos llegar a Micenas.

Dirigiéndonos al interior de la ciudad amurallada.
 

Los sólidos muros de la ciudad están formados por enormes bloques de piedra superpuestos que conforman una impresionante muralla de trece metros de alto y siete metros de ancho.

Comparando mi tamaño con los enormes bloques de piedra ciclópea.

Puerta de los Leones.
 
Interior de la ciudad amurallada.
 
Cementerio situado junto a la puerta de acceso a la ciudad.




 

Desde aquí puede apreciarse la característica forma circular del cementerio.

Recorriendo el interior de la ciudad amurallada.



Ruinas del Palacio de Agamenón.






 
Cisterna.
 

Aljibe subterráneo al que accedimos y salimos sin contratiempos tras prestarnos muy amablemente unos viajeros alemanes sus linternas pues allí reinaba la oscuridad más absoluta.

Alrededores del Museo Arqueológico de Micenas.



     Delfos

     Para los antiguos griegos Delfos era el centro del mundo, para los nuevos viajeros, una de las paradas más importantes para conocer la Antigua Grecia. Situado en la ladera sur del monte Parnaso, con unas impresionantes vistas del valle Cirra y el mar, este sobrecogedor, bello y enigmático lugar era un recinto sagrado dedicado principalmente al dios Apolo, en el que destaca el templo a éste consagrado y en el que se hallaba Pitia, la adivinadora que mediaba entre el dios y los hombres, conociéndosele por ello como el Oráculo de Delfos y como el centro religioso de mayor influencia de la Antigua Grecia.
     El ascenso al yacimiento resulta costoso dados los inclinados caminos, pero la recompensa bien merece la aventura. Las primeras ruinas que aparecen son las de la fuente Castalia, lugar al que acudían las pitias y los sacerdotes para purificarse antes de entrar en el recinto sagrado. Frente a ellas y en un nivel descendiente se encuentra la zona del gimnasio y prosiguiendo la bajada el santuario de Atenea Pronaia, uno de los más originales y sorprendentes que existen dado su característico tholos de base circular.
     Hasta llegar al Templo de Apolo iremos descubriendo los denominados Tesoros de las ciudades griegas, pequeños templetes de entre los que destacan especialmente el de Atenas, con su templo de mármol prácticamente intacto y el de Sifnos, cuyos motivos decorativos estaban inspirados en la guerra entre los gigantes y los dioses olímpicos. Sobre el templo se encuentra el teatro y sobre éste último el estadio, lugar en el que se celebraban los Juegos Píticos.
     Cuenta la leyenda que Zeus mandó volar a dos águilas desde puntos opuestos del Universo encontrándose éstas en Delfos, donde una piedra cónica llamada ónfalos (ombligo), señala el lugar que sería considerado el centro desde el cual comenzaría la creación del mundo.

¿Playa o un poquito de Historia?.

Llegada a Delfos.
 
Vistas del mar.
 
 
Vistas del valle Cirra considerado el mayor olivar del mundo.
 
 
 
 
Dirigiéndonos al yacimiento.
 
Ruinas de la Fuente Castalia.

Zona del Gimnasio.

 
 
Santuario de Atenea Pronaia.

 

Aquí el amiguito se comió nuestros bocadillos a los que no quitaba ojo ni por un momento.
 



Tras el Santuario se pueden apreciar los restos del Templo de Apolo.

 
El característico tholos de base circular.
 



Rumbo al Templo de Apolo.
 

 

 






Ónfalos, el centro del mundo.


Tesoro de Atenas.







Ruinas del Templo de Apolo.


 
 

 


Teatro.

 
Estadio.
 


Delfos, un lugar sobrecogedor.


     Cabo Sunion

     A las fueras de Atenas, en el extremo sur del Cabo Sunion y dominando el Mar Egeo, se alzan imponentes las espléndidas columnas dóricas del Templo de Poseidón. Sus reducidas acanaladuras tan poco habituales en la época le confieren tal esbeltez y armonía que consiguen despertar la admiración de cualquiera hacia los arquitectos de la Antigüedad.
     Pero no es hasta caer la tarde, al empezar a descender el sol sobre el mar tiñendo el cielo y las aguas del Egeo de púrpura y proyectando sus últimos rayos de sol a través de las columnas del templo, cuando descubrimos un espectáculo inolvidable.
     Resulta imposible no sentirse impresionado ante la majestuosidad del lugar, donde la magia del arte griego, condensada en la ruina clásica, alcanza aquí su mayor grado de plenitud y belleza, haciendo sentir a cualquier ser humano, a la altura de los mismísimos dioses.
 
Llegada a Cabo Sunion, uno de los rincones más fascinantes y hermosos de Grecia.
 
 
Templo de Poseidón.
 
 
 
 
 
 
 
Vistas del Mar Egeo desde el Templo de Poseidón.
 
 
Vistas del Templo de Poseidón desde una de las colinas.

 
Atardecer en Cabo Sunion.
 
 

 

 
 
 

En este mágico lugar pude disfrutar de uno de los atardeceres más hermosos que hayan contemplado mis ojos jamás. 

     Grecia es sin lugar a dudas un país fascinante repleto de historia y vida. Un rincón del mundo en el que permanecen intactas las huellas de tiempos pasados y el sentir del pueblo heleno. Una encrucijada de culturas y civilizaciones que transformaron el pensamiento en contrastes admirables. Viajar por Grecia es un ir y venir constante del pasado al presente por las azules aguas siempre transitadas del Egeo. Aquí la mitología se convierte en realidad y la realidad se hace mito.

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