La vida es lo que hacemos de ella. Los viajes son los viajeros. Lo que vemos no es lo que vemos, sino lo que somos.

12 de mayo de 2012

Paseando por Berna

     Había metido en la maleta una lista con todos los lugares que quería visitar, pero no teníamos ningún recorrido planeado. Cada mañana improvisábamos nuestra ruta y aquel día decidimos visitar la capital del país. Compramos los billetes y después de un trayecto en tren de poco más de veinte minutos, nos encontrábamos en la que es sin duda una de las pocas ciudades que ha sabido conservar su carácter histórico, Berna.

     Teniendo en cuenta que yo vivo en un territorio con lengua propia, lo que siempre me había llamado especialmente la atención de Suiza,  era el hecho de que siendo un país tan pequeño, tuviera sin embargo, cuatro idiomas oficiales: alemán, francés, italiano y romanche.
     Cuando llegamos a Berna entramos a desyunar en una pastelería. La carta estaba escrita en su totalidad en alemán, de manera que no entendí nada. Pero en mi caso, al tener también pocos conocimientos de francés, debía comunicarme siempre en inglés, con independencia del lugar en el que estuviera.
     Sin embargo, siendo mi compañero de viaje, suizo, y hablando perfectamente francés, no podía entenderse con la camarera porque ella solamente hablaba alemán.
     Obviamente podía haberlo hecho en inglés, idioma que hablan perfectamente, pero no es oficial. De manera que todo aquéllo me sorprendió tremendamente, teniendo en cuenta los problemas que existen en España respecto a los territorios con lengua propia y la aceptación de estas lenguas como vehículares dentro de esos determinados territorios. La distancia que separa Friburgo de Berna, es de veinte minutos escasos y el idioma cambia por completo, no solamente para el turista, sino también, para los propios suizos.
    
     Después de aquella situación que me hizo corroborar mi idea de que en España todavía nos queda mucho camino por recorrer en esta materia, nos dirigimos al centro de la ciudad.
     Algo que caracteriza a Berna son sus galerías cubiertas y fantástico recurso para los días de lluvia, sus coloridas fuentes, su reloj siempre rodeado de turistas, sus monumentales edificios y sus calles llenas de banderas y sótanos. Cuando nosotros llegamos a la Bundesplatz, estaba totalmente ocupada por un marcadillo.

La conocida calle Spitalgasse con sus típicas galerías.

Antigua entrada occidental de Berna.

Banco Cantonal de Berna, al oeste de la plaza.

Parlamento de la Confederación Suiza, al sur.

El Banco Nacional Suizo, al este.

     Después de recorrer las paradas nos dirigimos a la Plaza del Casino, situada junto al Puente de Kirchenfeld que ofrece unas vistas extraordinarias de la ciudad. Una vez allí descendimos hasta el río Aar, bordeándolo a través de un pequeño parque.

El Casino.

Fachada trasera del Parlamento desde el puente de Kirchenfeld.

Vista desde el otro lado del puente.


Desde aquí descendimos hasta el primer puente.

El puente de Kirchenfeld desde el parque.

     Tomamos unas escaleras para volver a subir e ir hasta la Torre del Reloj. Una vez allí, paseamos por la calle principal y tras encontrar la Plaza del Ayuntamiento, paramos a comer en un restaurante, donde degusté uno de los platos típicos de esta región de Suiza.

Torre del Reloj.

La conocida calle Gerechtigkeitsgasse.


En la calle paralela a ésta se encuentra el Rathaus.

Iglesia de San Pedro y de San Pablo.

Plaza del Ayuntamiento.

No recuerdo su nombre pero llevaba de todo: patatas, beicon, carne, queso...

     Después de comer continuamos recorriendo la calle Gerechtigkeitsgasse hasta el bonito Puente de Nydegg y quizá el más conocido de Berna. Al otro lado está el antiguo foso y el recinto ampliado que alberga a los osos. Desde allí se tienen unas vistas preciosas de esa parte de la ciudad.

Fuente de la Justicia.

Vistas desde el puente.

La Catedral desde el puente.

Puente de Nydegg.

Vistas desde el recinto de los osos.


Recinto ampliado.


     Volvimos a la calle principal para visitar la Catedral, desde cuya plaza se tiene acceso a un pequeño parque situado junto a la fortaleza. Lugar en el que nos quedamos un rato a disfrutar de unas vistas alucinantes. Después bajamos utilizando un ascensor situado en un lateral de la fortaleza y cruzamos al otro lado del río.

Después de intentar fotografiar la Catedral y resultar imposible sacarla entera, opté por esto.

 
El puente de Kirchenfeld y el río Aar desde la fortaleza.

La bicicleta es el transporte habitual en Suiza, pero lo curioso es que las dejan en la calle sin cadenas.

Cruzando al otro lado del río.

La Catedral y la fortelaza desde el otro lado del Aar.

     Desde aquel lado del río, llegamos nuevamente al Puente de Kincherfeld subiendo por medio de un pequeño bosque y nos dirigimos al centro de la ciudad para tomar el tren de regreso. Sin embargo, disfrutamos de algunos bonitos lugares antes de marcharnos.

Parlamento de Suiza.

Algo que me llamó la atención fueron los tableros con fichas gigantes que hay en las ciudades,
donde siempre puede verse a gente echando una partida de ajedrez.

Podrías pasarte todo el día en esta plaza, contemplando esta bonita Torre.

Iglesia situada en la Bahnhofplatz, cerca de la estación de tren.

Extraordinarias vistas de la Iglesia y el Ayuntamiento desde la otra mitad del Puente de Kirchenfeld.
 
     Cogimos el tren y una vez en Friburgo, fuimos a cenar a un bar en el que coincidimos por casualidad con unos amigos de mi compañero de viaje. Pasamos toda la noche con ellos y así fue como conocí las noches nocturnas suizas y la curiosa forma de tomar chupitos que tienen algunos.

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