La vida es lo que hacemos de ella. Los viajes son los viajeros. Lo que vemos no es lo que vemos, sino lo que somos.

19 de junio de 2012

Llegada a Malta, la joya del Mediterráneo

     A las siete menos cuarto sonaba el despertador. Después de tantos meses, había llegado el día, por fin nos íbamos a Malta. En Barcelona aquella mañana amaneció lluviosa y unas incidencias hacían ir con demora algunos trenes, pero por suerte, llegamos al aeropuerto sin contratiempos.

     Había llegado también el momento decisivo, pesar la maleta. Con algo de miedo la pusimos en la báscula y cuan agradable fue, ver que ésta marcaba 21 kilos. Algo más de lo esperado, pero aún así, dentro del límite permitido. Estuvimos en la entrada del aeropuerto durante un buen rato, ya que facturamos las maletas rápidamente y cuando se acercó la hora del embarque, empezaron las despedidas. En esta ocasión, la despedida era distinta pues no eran días, sino meses, el tiempo que iba a durar el viaje.
     Después, los famosos controles en los que siempre se forman largas colas, y por los que pasamos sin ningún problema. Era la primera vez que estaba en la nueva terminal del Aeropuerto del Prat y aquéllo parecía una pequeña ciudad. Buscamos nuestra puerta de embarque, y no tardamos en encontrarla, era la única llena de gente y especialmente de jóvenes.

     Aunque en Barcelona el cielo estaba cubierto de nubes, al alejarnos de la ciudad empezó a brillar el sol y pudimos disfrutar de unas estupendas vistas ya que habíamos tenido la suerte de escoger ventanilla a la hora de facturar el equipaje.

Saliendo de Barcelona.



Sobrevolando Córcega.


Bordeando Sicilia.

Divisando Malta.



Llegada al Aeropuerto de Malta.


     Una vez en el aeropuerto esperamos para recoger las maletas. La mía era totalmente reconocible, enorme y la única que iba envuelta en plástico como medida de seguridad. Después fuimos a tomar un taxi para llegar al piso en el que nos alojaríamos durante nuestra estancia en Malta. Descubrimos que el servicio era bastante caro y optamos por tomar el autobús aunque el trayecto fuese más largo. Y tras entender el funcionamiento de las máquinas de billetes, el cual no es precisamente sencillo, pusimos rumbo a la parada de autobús.

     Nuestra primera sorpresa, el extraño acento inglés que tienen los malteses y las altas temperaturas que se alcanzan en este país. Poco después llegaría la segunda, la gran aventura que supone usar el transporte público en Malta.
  

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